No me había dado cuenta de lo que echaba de menos el gimnasio hasta que he vuelto. Si alguien que me conoce de siempre leyera esto se tiraría al suelo, porque siempre, siempre, he odiado el esfuerzo físico. Obvio que no he echado de menos el volver a casa a las 23.00, ni el cambiarme de ropa 3 veces al día, andar con mil tiestos y algún que otro olor. Pero echaba de menos el tener la mente en blanco y sólo seguir el ritmo de la música que sale a través de mis auriculares, el “rock star”, el “begging”, resonando bum, bum en mis oídos. Y aunque parezca mentira, echaba de menos eliminar toxinas, malos pensamientos y frustraciones y sentir como las máquinas hacen mover mis músculos. Es una sensación que me he dado cuenta, me gusta. Al finalizar, oír música más lenta y relajante mientras estiras músculos y tendones, relajar la espalda, ¡genial!. Además, a las horas que voy, es fantástica la calma con la que puedes tomar una ducha a una presión excelente para relajar todo tu cuerpo y llegar a casa. Si, llegar a casa, cenar, mirar el correo, leer e intentar dormir. Una experiencia “casi religiosa”.
PS.- Lo siento, el chiste no se ve muy bien pero la de verde dice: "Bien quierda y vos que querés? Tonificar, reducir, endurecer...? y la de blanco dice: " huir".